Dentro de mi práctica clínica he observado que el dolor es un síntoma que se presenta frecuentemente, el cual disminuye la calidad de vida de quien lo padece.

Desde mi experiencia personal he experimentado dolor, el cual me ha impedido realizar mis actividades cotidianas. En uno de los episodios acudí con un médico reumatólogo, el cual me dijo que era el curso normal de la enfermedad y debía acostumbrarme a vivir con dolor, me ajustó el tratamiento y ya, sin embargo me generó conflicto eso de: “acostúmbrese a vivir con dolor”, siendo una médico formada en la medicina ortodoxa entendí qué es lo que esa medicina me puede ofrecer. Con todo mi escepticismo acudí a una valoración con un médico homeópata, el cual analizó mi caso y me indicó un tratamiento, que me ayudó a resolver el malestar satisfactoriamente, eso me llevó a buscar complementos para mi práctica médica diaria, buscando opciones que fortalezcan los tratamientos existentes y mejoren la calidad de vida de las personas que padecen enfermedades relacionadas con el dolor.

Ante la presencia de algunos tipos de dolor resistentes a tratamientos basados en medicamentos antiinflamatorios y analgésicos, me surgió la inquietud de buscar dentro de la medicina complementaria opciones como la acupuntura, fitoterapia, homeopatía, flores de Bach, masaje terapéutico, sales de Schüssler, las cuales puedan ayudar al control del dolor, sin efectos adversos como dependencia, tolerancia, somnolencia, trastornos gástricos, buscando en todo momento mejorar la calidad de vida de las personas que lo padecen.